De la idea al producto

(Nota extraída del diario Página 12, realizada por la Periodista Luján Cambariere, para el suplemento m2) Su fuerte está en la industria náutica, sobre todo en el diseño de kayaks y veleros. Pero al entrar a una industria se aprende la industria, en un aquí y ahora de la realidad de la industria nacional. Con lo que Santiago Gandolfo también diseñó aspas de molinos eólicos, chalecos antibala para mujeres, una colección de muebles encastrables, piezas de barcos, timones, guardabarros, un asiento de auto de competición y un sin fin de productos pequeños de plástico, como cubiertos, tapas de frascos y apoyavasos. Es una versatilidad interesante que pasa la habitual barrera del diseño Made in Argentina entre el tablero y la producción.

Luján Cambariere: ¿Cómo fueron tus comienzos?

Santiago Gandolfo: Yo soy de Córdoba. Estudié diseño industrial en la UBA hasta tercer año ya que ahí me mudé a Mar del Plata e hice el pase a la universidad de allá. Ahí tenía la ventaja de que la tesis era más amplia. Soy muy deportista, todo lo que tiene ruedas me interesa. Todo lo que genere velocidad y uno tenga que controlarla me fascina (bicicleta, rollers, motos) y la náutica (kayaks y veleros). Estudié además diseño como fiel reflejo de mi familia. Mi padre es ingeniero civil y ferro-modelista. Tiene colección de soldaditos de plomo y llegó a tener una locomotora real en un parque de diversiones. Somos once hermanos. Tengo hermanos ingenieros civiles e industriales, hermana arquitecta y otra decoradora de interiores. Así que cuando entré en la facultad, hacer maquetas o dibujar no me costaba nada. Después en Mar del Plata como trabajo final de tesis hice una camilla de rescate para médicos ciclistas que se enrollaba. Hoy la pienso y se que no se puede hacer por unas cuestiones super técnicas pero el sistema estaba buenísimo. Y fue un proyecto que me sirvió para empezar a mostrar mis cosas.

Con la tesis conseguí mi primer proyecto de diseño de un conocido que tenía que hacer un punto de venta móvil para la playa para la venta de uvas frescas. Un desafío importante porque había un tema de conservación, de tiro del carro. Ese negocio duró dos años. Los carritos eran tan vistosos, de estructura de caño, con un sistema que me sentí halagado cuando me lo copiaron. El mejor modo de tirar algo es empujándolo con tu cuerpo, con el centro de gravedad sobre el eje de la rueda. El mío tenía una manija de un solo lado que vos bajabas, nivelabas el carro de un solo eje y empujabas con el tórax, como un tiro de carreta de caballo que hacía que funcionara perfecto en la arena. Y salió en muchísimos lados publicado. Era el año 2002-2003 y lo sentí como un buen augurio de comienzo de carrera, pero me equivoqué. Una ciudad como Mar del Plata que tiene tan poca industria y todo depende de la pesca, turismo o el agro, fue super difícil para insertarme,así que hice todas las changas que se puedan ocurrir. Mucha capacitación en modelo 3D de alta calidad. Trabajé gratis para el único diseñador que sabía que realmente producía. Venía a Buenos Aires para entrevistas que no salían del POP.

Luján Cambariere: ¿Cómo fue entonces tu ingreso al mundo del diseño real?

Trabajando para un arquitecto naval diseñando interiores de veleros. Era algo super específico. El trabajaba para Italia así que ibas al astillero, veías como se iba fabricando. Así comencé a hacerme de un saber específico. Cuando terminó ese trabajo, me entrevisté con todos los arquitectos navales que existen. Ya a esa altura había superado la curva de timidez de la venta de mí mismo. Comencé a trabajar para Martín Billoch en la reparación de otro velero. Y al año siguiente conseguí trabajo fijo en un astillero en Don Torcuato. Ese trabajo me metió dentro del mundo náutico. Trajeron una máquina de control numérico. Un centro de mecanizado. Y empecé a capacitar en eso. Luego fui a una feria de barcos para ofrecer diseño para el mundo de la náutica. (…)

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